por Horacio Ricardo Silva.
A Sonia Balzano, mujer que supo romper
sus cadenas;
y
en ella, a todas las mujeres que sueñan con su liberación.
S
|
iempre se supo que el Día
Internacional de la Mujer tuvo origen en una tragedia obrera, y que en sus
comienzos fue —como el 1° de Mayo— una jornada de lucha internacional. No
obstante, a raíz de confusas y erróneas informaciones, los hechos precisos que
lo originaron no quedaron debidamente establecidos.
Se solía —y se
suele— citar, aún, un hecho fundacional:
el día en que unas obreras textiles en huelga, en la ciudad norteamericana de
Nueva York, fueron encerradas por sus patrones dentro de la fábrica, a la cual
prendieron fuego para asesinarlas, por el delito de exigir mejoras en sus
salarios y condiciones laborales. Para este hecho se menciona el nombre de la
fábrica “Cotton”, y dos fechas diferentes: 8 de marzo de 1857, u 8 de marzo de
1908.
No obstante, merced
a la investigación realizada por la filóloga española Ana Isabel Álvarez
González, publicada bajo el título de Los
orígenes y la celebración del Día Internacional de la Mujer 1910-1945, hoy
se sabe con toda certeza cómo nació esta importante fecha. He aquí, resumida,
su historia:
El primer
antecedente de la celebración surgió a principios de 1908, cuando el Partido
Socialista Norteamericano (Socialist Party of America) designó el último
domingo de febrero de ese año, como el Woman's Day (Día de la Mujer), para
reclamar el derecho al voto femenino.
Dos años después,
la socialista alemana Clara Zetkin propuso en la II Conferencia Internacional
de Mujeres Socialistas de Copenhague, que se organizara la celebración simultánea,
en todo el planeta, de un día internacional de la mujer. Se aceptó la moción, y
la jornada de lucha se realizó el 19 de marzo de 1911.
Clara Zetkin (izq.) junto a Rosa Luxemburgo, en 1910. |
Pero pocos
días después, el 25 de marzo de 1911, se incendió la fábrica Triangle Shirtwaist Company (Compañía de
Blusas para Mujeres “Triángulo”), en Manhattan. Allí, como era propio de la
época, existía una explotación inhumana. Los directivos de la fábrica acostumbraban
cerrar las puertas de las dependencias con llave, afirmando que lo hacían para
evitar robos por parte de las operarias; con lo cual éstas quedaban encerradas durante
las largas jornadas de trabajo, que duraban por entonces hasta 16 horas
diarias.
Aquel día
fatal, un cigarrillo mal apagado provocó el foco de incendio en el 8º piso; y
146 mujeres —en su mayoría inmigrantes, de un promedio de 17 años de edad—
quedaron atrapadas y murieron quemadas. Los toscos ataúdes fueron apilándose en
la calle.
Fuente: http://en.wikipedia.org/wiki/Triangle_Shirtwaist_Factory_fire |
La indignación
internacional por este hecho, generalizó en varios países la celebración de la
jornada de lucha; pero se lo hacía de manera inconexa, en distintas fechas, por país. Recién desde 1914 se comenzó a celebrar el día 8 de marzo,
principalmente en Alemania, Suecia y Rusia.
Y fue
precisamente en este último país, el 8 de marzo de 1917, que la manifestación
femenina realizada en San Petersburgo, dio origen a una revolución obrera que
derivó en la caída del Zar. Y ocho meses después, en el advenimiento de la Revolución Rusa, que
fue uno de los principales acontecimientos del siglo XX. Su poderosa influencia
se hizo sentir, a tal punto de unificar la fecha del 8 de marzo (día de la
caída del Zar), como Día Internacional de la Mujer en todo el mundo.
Y así comenzó
a celebrarse esta importante fecha, cada 8 de marzo. La conmemoración tenía un
carácter decididamente ilegal, y solía terminar con varias manifestantes
arrestadas en todos los países del mundo, dado que las clases adineradas las calificaban
de “subversivas”. Fue recién en el año 1952 que la Organización de las Naciones
Unidas reconoció oficialmente esa fecha; y desde entonces, la conmemoración se
hizo legal en todo el mundo, modificando su carácter primitivo de lucha contra
la explotación femenina, para convertirse en lo que es hoy: un benevolente día
de fiesta y agasajo.
No obstante
los importantes avances de la humanidad en cuanto al reconocimiento de los
derechos femeninos —hasta el siglo XIX a nadie se le hubiera ocurrida que una
mujer pudiera ser Presidenta de la República—, faltan aún muchas injusticias
por eliminar.
Es de esperarse que, en este siglo XXI, se termine de una vez la
esclavitud moderna, tanto de los hombres como de las mujeres, a quienes el azar
determinó nacieran en la pobreza y la escasez.
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