Exu a los seis meses, el día de la nevada (19-7-2013) |
Lo vimos nacer, y pasar sus primeros días,
amamantando de su madre Susy, dentro del tronco del viejo árbol cercano al
canal.
Era el cachorro más vivaz de su camada, y
supo demostrar su carácter de macho “alfa”; es decir, del que lidera a la
manada.
También supo ser un buen compañero, siempre
listo para dar mimos con su pata, y desde luego, a recibirlos en la cabeza y en
el lomo.
Esa vivacidad, y esa camaradería, motivaron
que le llamemos “Exu”; como el espíritu del rito afrobrasileño que protegía, él
solo, a un Vadinho amenazado por legiones de ejércitos celestiales en la
inolvidable novela “Doña Flor y sus dos maridos”, de Jorge Amado.
Sonia y yo amamos esa novela. La leímos
juntos, el uno al otro, en voz alta; y lloramos juntos también cuando Doña Flor
se hizo presente en la batalla, montando desnuda un corcel en pelo, para
rescatar a Vadinho y a su Exu derrotado, de los oscuros abismos de la muerte.
Nuestro fiel Exu no tuvo una Doña Flor que
le rescatara de esa profunda sima.
Él vivía suelto, en completa libertad. Nos
preocupaba cuando lo veíamos andando en medio de la ruta; pero en esto se
jugaba un problema ético de primera importancia.
Porque Exu estaría vivo, si nosotros le
hubiéramos mantenido en cautiverio; atado a un árbol, en cadena perpetua,
durante 16 años, el promedio de vida de un perro. Eso sí, a salvo de cualquier
vehículo que pudiera atropellarlo. Pero, ¿qué clase de vida habría sido esa?
Nosotros elegimos el riesgo de la libertad,
porque es el que elegimos para nosotros mismos. Porque ejercer la libertad,
implica vivir a la intemperie.
Hay una regla matemática de validez tan
universal como la ley de gravedad: a mayor seguridad, menor libertad. Y
viceversa.
Los regímenes totalitarios de todas las
épocas la han aplicado hasta el hartazgo. Los mejores relatos de ciencia
ficción, se nutren de este concepto. Porque para garantizar la seguridad, hay
que vivir enrejado, limitar la circulación por las calles de las personas
sospechosas, encerrándolas por “portación de rostro”. De esa manera, todos
vivirían enjaulados, algunos en prisión, y otros en lujosas viviendas cercadas,
con guardias de seguridad perimetrando el área.
Nosotros elegimos ese “viceversa” para Exu
y sus compañeros de la finca. Menor seguridad, mayor libertad. Y la inexorable
lógica de los acontecimientos, recaudó su triste cobranza con la vida de este fiel
compañero.
Adiós, Exu. Extrañaré cuando me acompañabas
a buscar a Sonia a Tres Esquinas a medianoche, al regresar ella del Normal; y
cuando te imponías ante “Coraje” (El Perro Cobarde)”, a la hora de acaparar nuestros
mimos. Adiós, fiel compañero. Para ti, esta vieja canción inglesa de tiempos de
la guerra: “We’ll meet again”:
Vamos a decirnos adiós con una sonrisa, querido mío.
Sólo por un tiempo, debemos separarnos.
No dejes que la partida te afecte.
No te olvidaré, corazón.
Nos encontraremos nuevamente.
No sé dónde;
no sé cuando.
Pero sé que nos volveremos a encontrar
En algún día soleado.
Manténte sólo sonriendo
como siempre lo haces
hasta que el cielo azul ahuyente, muy lejos,
aquellas nubes sombrías.
Y sólo diré "hola" a nuestros
amigos.
Les diré que no falta mucho..
Estarán felices de saber que,
cuando te vi partir,
estabas cantando esta canción.
Nos encontraremos nuevamente.
No sé dónde;
no sé cuando.
Pero sé que nos volveremos a encontrar
En algún día soleado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario