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lunes, 24 de marzo de 2014

Postales del 24 de marzo en la ESMA III:

3. La paradoja de las avenidas



Desde las ventanas de “Capuchita” pueden verse, hacia el río, el terraplén del Ferrocarril General Belgrano y la avenida Leopoldo Lugones.
Esta última recuerda al escritor argentino, autor de “La Guerra Gaucha”, quien frecuentara en su juventud los círculos socialistas, y la amistad de artistas como Horacio Quiroga. Hasta que en 1924, en un acto en que fustigó a la democracia, “fatalmente derivada hacia la demagogia o el socialismo”, dio apoyo intelectual a lo que sería la primera dictadura militar del siglo XX, proclamando desde Lima que “había sonado la hora de la espada”.
Trece años después, al enterarse de que Quiroga había ingerido cianuro para librarse de una dolorosa enfermedad terminal, sólo dedicó para él las siguientes palabras: “Ha muerto como una sirvienta”, en alusión a que la gente sencilla de entonces elegía ese veneno, por conseguirse a bajo precio en las ferreterías.
Sin embargo, esta circunstancia no fue un obstáculo para que él mismo bebiera la proletaria muerte, mezclada en un whisky, en un recreo del Tigre.
Su hijo Leopoldo “Polo” Lugones, comisario de la Policía de la Capital, tuvo el dudoso mérito de ser el inventor de la picana eléctrica, que tanto y tan cruelmente fue aplicada en la ESMA.
La picana, un invento tan argentino como la birome, el colectivo o el dulce de leche.
Máquina infernal utilizada también, a finales de los ’70, sobre el cuerpo indefenso de su propia hija, la periodista y militante montonera Susana Pirí Lugones, nieta del escritor de “La hora de la espada”.
Hacia el norte, infinidad de automóviles surcan día a día la avenida del Libertador General San Martín, que homenajea al único general del ejército argentino que rechazó el concepto de “obediencia debida”. San Martín, a pesar de “el horror que tengo a derramar la sangre de mis semejantes”, ordenó en 1812 el fusilamiento de un coronel del ejército español, Antonio Landívar, acusado de graves violaciones a los derechos humanos, quien alegó en su defensa el cumplimiento de órdenes superiores.
El militar consideró que se debía dar un escarmiento ejemplar al autor de esa clase de delitos, ya que en caso contrario los enemigos “creerían, como creen, que esto (mostrar indulgencia con Landívar) más que moderación es debilidad, y que aún tememos el azote de nuestros viejos amos”
Lugones y el Libertador; ejército sanmartiniano, picana eléctrica y obediencia debida: una paradoja argentina.

1 comentario:

  1. Amigo: Propuse tu blog para el Versatile Blogger Award en http://verbiclara.wordpress.com/2014/05/06/complacencia-y-gratitud/
    Si te llegas allí verás las bases. ¡Felicidades! Amparo

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